Máquinas Mortales

Máquinas Mortales

Miles de años después de la destrucción de la civilización por un cataclismo, la humanidad se ha adaptado y una nueva forma de vida ha surgido. Ahora, las gigantescas ciudades en movimiento vagan por la tierra atacando sin piedad a los pueblos más pequeños. Tom Natsworthy (Robert Sheehan), proveniente de la clase baja de Londres, deberá luchar por su vida luego de encontrarse con el peligroso fugitivo Hester Shaw (Hera Hilmar). Dos opuestos, cuyos caminos nunca debieron cruzarse, forman una peculiar alianza destinada a cambiar el curso del fututro. Máquinas Mortales es la espectacular película dirigida por Christian Rivers, ganador del Oscar® por mejores efectos visuales (King Kong). Acompañando a Rivers, se unen como guionistas Peter Jackson, Fran Wash y Philippa Boyens, los tres ganadores del Oscar® por El Hobbit y la triología de El Señor de los Anillos.

Máquinas mortales es una coproducción entre Nueva Zelanda y Estados Unidos y cuenta con un apartado visual muy potente: el director Christian Rivers se alzó con el Oscar en 2005 por su trabajo en King Kong y ha trabajado en el departamento artístico de todas las películas de El señor de los anillos y El hobbit, de modo que ha sido un colaborador habitual de Peter Jackson, que aquí ejerce de productor y guionista junto a Fran Walsh y Philippa Boyens.
Así que, en el plano técnico, en realidad, no hay mucho que objetar, más allá de algún plano en el que canta alguna pantalla verde, algo muy comprensible teniendo en cuenta la envergadura de la empresa y su ambición estética.

Los problemas vienen derivados principalmente del casting y del guión. La actriz islandesa Hera Hilmar no es el fichaje más potente del mundo para dar vida a la carismática Hester Shaw y es probable que su aspecto físico defraude a quienes han leído la novela: en ella había perdido casi toda la nariz y un ojo mientras que en la cinta esto se reduce a una cicatriz en el rostro. Y no es algo baladí, no es una mera cuestión estética, puesto que representa aquello que la ha marcado e incluso su punto de conexión con Shrike, el personaje más apasionante y enternecedor de la película (una suerte de cruce de Frankenstein y Terminator de ojos verdes de cuya captura de movimientos se ha encargado Stephen Lang).
Tampoco el irlandés Robert Sheehan, que le da la réplica, tiene excesiva química con ella. Puede que el integrante del reparto más reseñable sea Hugo Weaving, asiduo al género fantástico y un gran actor, pero encasillado desde siempre en el rol de malvado que hace que sea inevitable que el espectador que viene limpio a la sala, sin referencias literarias, se adelante a lo que va a ver en pantalla.

Al comienzo, Mortal Engines es farragosa y, a pesar de que deja claro su posicionamiento maniqueo (los malos son muy malos y los buenos no se salen del guión ni medio milímetro), no consigue presentarnos este universo con suficiente claridad como para picarnos para saber más del pasado y de los planes de cada cual. En este sentido, remontar le cuesta bastante y solo lo consigue en momentos puntuales, cuando el espectador consigue abstraerse de lo formulario de la propuesta.

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