Algo que nos caracteriza como seres humanos es el miedo, desde niños crecemos con miedo al coco, la llorona o a la oscuridad; y conforme vamos creciendo los miedos se transforman en miedo al compromiso, a tu esposa o a quedarte sin datos. Hoy les compartiré uno de mis grandes miedos, que es … cha cha cha chan … IR AL DENTISTA.
Todo comenzó con un dolor que parecía imperceptible en una de mis muelas, trate de ignorarlo pero conforme el tiempo avanzaba tic tac, tic tac, el dolor se incrementaba y no solo el dolor sino también el miedo al pensar “Debo de ir al dentista”, el corazón se me aceleró y los recuerdos de ese sonido característico de un consultorio dental tsssssssss, ese sonido que no solo taladra tus dientes sino también tus entrañas, además de ese olor a pasta de dientes que a la primer olfateada te eriza todo el cuerpo.
Al sentir que el dolor se incrementaba no me quedó de otra que buscar un consultorio dental y si tenía un cardiólogo sería perfecto porque mi corazón estaba a punto de salir. Por fin lo encontré, marqué y pedí una cita de inmediato, me dirigí hacia el lugar, guiado más por el dolor que por la convicción, toqué el timbre, la puerta era automática de esas que suenan como chicharra de escuela cuando se abren, yo me imaginaba la entrada a una casa del terror o algo así, hasta la música de suspenso la escuchaba en mi cabeza.
Entre a la recepción, las piernas me temblaban, las manos me sudaban y de repente escuché una voz como salida de ultratumba -lo estaba esperando puede pasar- cuando por fin estuve dentro del consultorio y enfrente de ese aparato de tortura inquisitivo LA CAMA DE DENTISTA, con todos esos utensilios preparados para el sufrimiento y el dolor, estuve a punto de desmayarme, pero pensé, si al caerme rompo algo me lo van a cobrar, entonces respire hondo y acepte mi destino. Ya acostado e intentando encontrar figuras en el techo del consultorio, escuché la palabra mas aterradora que existía en ese momento “Abre la boca”, y estoicamente acaté la orden, mi mente intentaba viajar hacia un lugar apacible, un mundo donde no se tuviera que ir al dentista, pero ese sonido infernal de la fresa interrumpió mi concentración, intentaba calmarme para no salir corriendo o morder al dentista y seguí escuchando palabras tétricas “debo de ponerle anestesia”, les contare que una de las causas del mie do al dentista es el pánico que le tengo a las inyecciones, él que inventó ese procedimiento debería estar en la lista negra de la historia de la humanidad, los dentistas aún tienen la osadía de preparar la jeringa frente a ti, el sudor frio empezó a recorrer todo mi cuerpo y lo inevitable sucedió había sido estocado por un certero pinchazo en la encía, el dolor en poco minutos se convirtió en ese hormigueo por toda la boca, y eso que no había tomada whisky, el ambiente se tornó psicodélico con ruidos por todos lados, el sonido de la fresa, el del aparato que succiona la saliva, los carros que circulaban afuera, y de fondo una canción de Luis Miguel en el reproductor de Spotify.
Los minutos se me hicieron días, pero al fin había terminado de tapar mi muela, el dentista me esbozo una sonrisa que tenía un trasfondo, yo lo sé, por dentro estaba pensando- ya acabé, ya deja de quejarte, te falto poco para llorar, ya paga y vete- en varias cuestiones tenía razón, así que tome mi valentía mancillada en esa cama de dentista, me levante y me fui aun con el hormigueo en la boca que me hacía hablar raro. Espero no tener que regresar muy pronto, así que ha cuidar la higiene bucal se ha dicho, usar hilo dental y enjuague bucal.
Sé que hay muchos dentistas que son muy buenos en lo que hacen y son muy profesionales y todo lo hacen por nuestra salud bucal, de antemano una disculpa a todos eso dentistas que haya mordido, pellizcado o insultado, en verdad no era mi intención, simplemente que el miedo me pone fuera de mí.
Y recuerden #KeepCalmImBenny